Deseo empezar a desarrollar ésta crónica como una lección de vida, como un mensaje a la vez homenaje a todas las personas que se interesen en leer, la presente aun cuando la vida de particulares poco de atractivo tuvieran, pero como experiencia y lecciones pueden ser ilustrativas y penetrar en su mundo desconocido, soy Carlos Aguirre García mi infancia fue como el común de los niños de los cincuenta. Pero algo particular marcó mi vida al recorrer sin proponérmelo pueblos diversos y convivir con sus usos, costumbres, afectos, folclor, habla, y meterme en el corazón de cada pueblo donde viví parte de mi infancia y que definitivamente marcara mi personalidad, fui mariatanino, anchucaino, tantarán chino, quinteño, sandamianino, Huarochirano llambillano. Como explico? Mi madre fue profesora de ésa época heroica y sacrificada donde cada pueblo apoyaba a su maestra o maestro con sus pocos recursos pero con mucho cariño, el maestro ere el verdadero líder o lideresa de cada pueblo, cada maestro o maestra así le llamaban, inspiraba respeto por su comportamiento y su dedicación exclusiva sus buenos hábitos y su entrega a la causa de la educación, su puntualidad no digo que ahora no hayan maestros de ésa calidad pero quizá todo tiempo pasado fue mejor en algunas cosas puntuales. Testigo fui por años de ése afecto ganado a base de trabajo y de serias necesidades que hoy la modernidad las ha superado pero también aparecieron otros malos hábitos he ahí la dicotomía para muchos quienes tuvieron mejores maestros los de antes o los de ahora. Cuales las diferencias entre la educación de antes o la de ahora.
Yo recuerdo mucho a mis maestros, a todos, pero no por igual los recuerdo hoy con gratitud, en aquel momento con miedo o temor, especialmente aquel maestro o maestros que con energía y palmeta o correa me obligó aprender algo que creía saber pero que no sabía, aquel maestro que premiaba con buenas notas a los que nos aplicaba el castigo físico para que aprendiéramos bien la clase, santo remedio dirían las abuelitas para nunca dejar de estudiar bien. Clase dictada, clase aprendida hoy eso ha cambiado si el maestro toca al alumno puede ir hasta preso cosas de la modernidad de la pedagogía contemporánea.
Y en lo pueblos mencionados carecían de comodidades y servicios básicos hoy bellas anécdotas que vamos a relatar mas adelante como hacíamos fácil y feliz nuestra estancia en aquellos pueblos. siempre ligados a la educación ésa era la razón de mi permanencia junto a la autora de mis días.
SANTIAGO DE ANCHUCAYA allí desperté a la vida allí recibí el calor y el cariño del pueblo, su falta de comodidades la compensaban los pobladores con mucho amor y cariño y obediencia y compañía por su maestra yo gozaba de ese afecto por ser el hijo de la maestra, vivienda nos brindaban, alimentos nos regalaban, pellejos limpios para dormir compañía de las alumnas atención de los padres, papa, queso, charqui, oca, Masagua, cahue, leche fresca de cabra o de vaca eran una especie de ofrendas para su maestra, un mal desconocido en los ojos hacía triste a veces mi vida, pero tenía el calor de mamá buena y el cariño de todos.
Los amiguitos de edad me llevaban a sus casas almorzar sin que sepa mamá, ellos se quedaban solos para la escuela sus padres se iban a la chacra, volteábamos con Josué mi amiguito, un cajón que hacía de mesa, sobre él vaciaba una olla de papas, ocas, calientitas tapadas con mantas que su madre le había preparado, nos sentábamos en unos tronquitos pequeños y sobre unos pellejitos suaves y bellos y a comer se ha dicho junto a el patache o la sopa, el infaltable queso o el charqui bien chancado, a veces cantando el tuquito. Anacleta se llamaba la mamá de Josué, la buena mujer tenía sus cabras de donde me regalaba leche para combatir la tos, leche de cabra para la tos del Carlitos decía. Viví igual en la casa de los Saavedra, Lorenzo y Ricardo jóvenes músicos y su mamá Braulia nos acogieron en su morada era el engreído de casa pues todos eran mayores gratos recuerdos de éstos dos hermanos y su madre que tantas atenciones tuvieron conmigo y mi madre. Gratos recuerdos de don Bernardino Pomajulca su esposa María y su loro travieso que remedaba cada palabra mía, seco me tenía el loro hasta mi plato de comida me lo premió, pásame esa piedra me dijo un día en buen Bernardino en el patio grande de su bella casa fui por la piedra y ésta caminaba lentamente quedé estupefacto como una piedra se movía sola y tenía patitas.
Allí conocí a la tortuga, trae un toro pedía para comer con Carlitos decía y traía un enorme y fresco queso para degustarlo con papas de ésas que ya no produce la mas hermosa tierra de cultivo en la zona sur de Huarochirí. Que bellos y felices momentos en Anchucaya, los sábados viajábamos a Huarochirí por provisiones lunes de madrugada estábamos de vuelta, no teníamos reloj solo el cálculo de la hora alguna vez falló, me levantaba a la orden de mamá me ponía una bayeta a mi espalda y sobre ella mi ponchito, mi sombrerito y a caminar en la oscuridad rumbo a nuestro trabajo Anchucaya era el destino, Killuma es un lugar por donde había que pasar lugar donde algunos jinetes cayeron y perdieron la vida en distintas épocas y circunstancias, era de noche sentía un tropel de caballos que ya nos alcanzaban, volteaba a y nada era oscuro, varias veces sentí lo mismo pero no tenía miedo mamá llevaba un balde de metal en la mano y me decía es el sonido del balde, mentira era tropel de caballos yo los escuchaba, había calculado mal la hora mi madre todavía no era madrugada, sino de noche estábamos pasando por el lugar donde dicen penan y esa era la explicación. Caminamos unos minutos mas y subimos a una chacra cualquiera, nos cobijamos bajo unas ramas y pasamos la noche allí era el deber y la obligación de nunca llegar tarde al trabajo. Eso me marcó, soy un fanático de la puntualidad y de la palabra empeñada otra madrugada camino a Anchucaya en el gran y caudaloso canal de kollpa caí por no dejar caer un enorme y agradable membrillo que mi tía Julia me regaló desde Lima, ropa mojada, frío serrano, tiritaba pero había que llegar al trabajo. Cuando los fines son nobles no se cuentan los medios El trabajo mas que una obligación es una devoción. Anchucaya y sus músicos los padres de familia ver a sus niñas a bailar para las actuaciones cívicas voluntariamente sacaban sus instrumentos y aparecía la orquesta sin mas pago que la gratitud, la satisfacción y empeño de su maestra grande Anchucaya grande su gente serán los mismos? los tiempos cambian yo prefiero quedarme con ésa imagen y ese bello recuerdo.
SAN JUAN DE TANTARANCHE hizo que las obligaciones y el deber por cumplir a mi madre la trasladen a otra hermosa y hospitalaria ciudad hoy moderna ayer con limitaciones pero grande en su amor por los foráneos, en especial por su maestros yo me sentía así
Yo recuerdo mucho a mis maestros, a todos, pero no por igual los recuerdo hoy con gratitud, en aquel momento con miedo o temor, especialmente aquel maestro o maestros que con energía y palmeta o correa me obligó aprender algo que creía saber pero que no sabía, aquel maestro que premiaba con buenas notas a los que nos aplicaba el castigo físico para que aprendiéramos bien la clase, santo remedio dirían las abuelitas para nunca dejar de estudiar bien. Clase dictada, clase aprendida hoy eso ha cambiado si el maestro toca al alumno puede ir hasta preso cosas de la modernidad de la pedagogía contemporánea.
Y en lo pueblos mencionados carecían de comodidades y servicios básicos hoy bellas anécdotas que vamos a relatar mas adelante como hacíamos fácil y feliz nuestra estancia en aquellos pueblos. siempre ligados a la educación ésa era la razón de mi permanencia junto a la autora de mis días.
SANTIAGO DE ANCHUCAYA allí desperté a la vida allí recibí el calor y el cariño del pueblo, su falta de comodidades la compensaban los pobladores con mucho amor y cariño y obediencia y compañía por su maestra yo gozaba de ese afecto por ser el hijo de la maestra, vivienda nos brindaban, alimentos nos regalaban, pellejos limpios para dormir compañía de las alumnas atención de los padres, papa, queso, charqui, oca, Masagua, cahue, leche fresca de cabra o de vaca eran una especie de ofrendas para su maestra, un mal desconocido en los ojos hacía triste a veces mi vida, pero tenía el calor de mamá buena y el cariño de todos.
Los amiguitos de edad me llevaban a sus casas almorzar sin que sepa mamá, ellos se quedaban solos para la escuela sus padres se iban a la chacra, volteábamos con Josué mi amiguito, un cajón que hacía de mesa, sobre él vaciaba una olla de papas, ocas, calientitas tapadas con mantas que su madre le había preparado, nos sentábamos en unos tronquitos pequeños y sobre unos pellejitos suaves y bellos y a comer se ha dicho junto a el patache o la sopa, el infaltable queso o el charqui bien chancado, a veces cantando el tuquito. Anacleta se llamaba la mamá de Josué, la buena mujer tenía sus cabras de donde me regalaba leche para combatir la tos, leche de cabra para la tos del Carlitos decía. Viví igual en la casa de los Saavedra, Lorenzo y Ricardo jóvenes músicos y su mamá Braulia nos acogieron en su morada era el engreído de casa pues todos eran mayores gratos recuerdos de éstos dos hermanos y su madre que tantas atenciones tuvieron conmigo y mi madre. Gratos recuerdos de don Bernardino Pomajulca su esposa María y su loro travieso que remedaba cada palabra mía, seco me tenía el loro hasta mi plato de comida me lo premió, pásame esa piedra me dijo un día en buen Bernardino en el patio grande de su bella casa fui por la piedra y ésta caminaba lentamente quedé estupefacto como una piedra se movía sola y tenía patitas.
Allí conocí a la tortuga, trae un toro pedía para comer con Carlitos decía y traía un enorme y fresco queso para degustarlo con papas de ésas que ya no produce la mas hermosa tierra de cultivo en la zona sur de Huarochirí. Que bellos y felices momentos en Anchucaya, los sábados viajábamos a Huarochirí por provisiones lunes de madrugada estábamos de vuelta, no teníamos reloj solo el cálculo de la hora alguna vez falló, me levantaba a la orden de mamá me ponía una bayeta a mi espalda y sobre ella mi ponchito, mi sombrerito y a caminar en la oscuridad rumbo a nuestro trabajo Anchucaya era el destino, Killuma es un lugar por donde había que pasar lugar donde algunos jinetes cayeron y perdieron la vida en distintas épocas y circunstancias, era de noche sentía un tropel de caballos que ya nos alcanzaban, volteaba a y nada era oscuro, varias veces sentí lo mismo pero no tenía miedo mamá llevaba un balde de metal en la mano y me decía es el sonido del balde, mentira era tropel de caballos yo los escuchaba, había calculado mal la hora mi madre todavía no era madrugada, sino de noche estábamos pasando por el lugar donde dicen penan y esa era la explicación. Caminamos unos minutos mas y subimos a una chacra cualquiera, nos cobijamos bajo unas ramas y pasamos la noche allí era el deber y la obligación de nunca llegar tarde al trabajo. Eso me marcó, soy un fanático de la puntualidad y de la palabra empeñada otra madrugada camino a Anchucaya en el gran y caudaloso canal de kollpa caí por no dejar caer un enorme y agradable membrillo que mi tía Julia me regaló desde Lima, ropa mojada, frío serrano, tiritaba pero había que llegar al trabajo. Cuando los fines son nobles no se cuentan los medios El trabajo mas que una obligación es una devoción. Anchucaya y sus músicos los padres de familia ver a sus niñas a bailar para las actuaciones cívicas voluntariamente sacaban sus instrumentos y aparecía la orquesta sin mas pago que la gratitud, la satisfacción y empeño de su maestra grande Anchucaya grande su gente serán los mismos? los tiempos cambian yo prefiero quedarme con ésa imagen y ese bello recuerdo.
SAN JUAN DE TANTARANCHE hizo que las obligaciones y el deber por cumplir a mi madre la trasladen a otra hermosa y hospitalaria ciudad hoy moderna ayer con limitaciones pero grande en su amor por los foráneos, en especial por su maestros yo me sentía así
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